Decir mujer ha significado mucho en la historia de la humanidad, progenitora principal de generaciones de seres humanos, luchadora incansable y promotora de importantes cambios revolucionarios. Es imposible hablar de la obra creadora durante milenios sin tener presente el protagonismo de la mujer. Los cubanos representan dignamente ese legado, porque están en la primera fila de combate en los momentos trascendentales de nuestro devenir histórico.
La mujer pinareña fue portadora durante el período colonial de códigos morales y éticos que definían la identidad del cubano y educaron a sus hijos en el amor a la patria.
Ningún proyecto político del siglo XIX fue ajeno a la mujer cubana, ellas conspiraron, guardaron celosamente los secretos de sus esposos y promovieron la participación de sus hijos en el enfrentamiento a la dominación colonial, a pesar de la discriminación social a que fueron sometidas.
La mujer pinareña tuvo una participación destacada en las luchas independentistas, no solo inspirando a sus seres queridos a que fueran a la manigua, sino también combatiendo junto a ellos y compartiendo los momentos más difíciles ante la muerte en combate o por las enfermedades de sus hijos. En aquellos momentos dieron sobrados ejemplos de patriotismo, como para no dejar dudas de que era imposible obviarlas en futuras contiendas revolucionarias.
Al preparar la gesta libertadora de 1895 José Martí contaría con la colaboración de un grupo de mujeres pinareñas entre ellas, Isabel Rubio, Magdalena Peñarredonda, Luz Noriega, destacándose también al comenzar la guerra Adela Azcuy y Catalina Valdés.
Pero fueron muchas las heroínas anónimas que dieron todo su esfuerzo para eliminar el poder colonial. Los campamentos, prefecturas y hospitales contaron con el trabajo diario de valientes mujeres que se enfrentaron a todos los peligros.
Hay que recordar igualmente el dolor de la mujer ante la muerte de sus seres queridos, sobre todo cuando Weyler aplicó su política de reconcentración, pero ni el exterminio de las familias hicieron doblegar su espíritu.
Durante la república neocolonial la mujer cubana sintió profundamente el sistema neocolonial y dependiente a los Estados Unidos. Constituiría una ardua batalla reconocer algunos de los derechos constitucionales y mucho más lograr su reconocimiento por los gobernantes de turno. Pero una vez más la revolución encontró una de sus principales fuerzas las mujeres humildes.
En la revolución de los años treinta, junto a Mella, Villena y Guiteras combatieron numerosas mujeres. Con sus luchas en la Reforma Universitaria, en la Liga Antiimperialista, en el Grupo Minorista y en el Directorio Estudiantil se ganaron un importante lugar en la historia.
En las décadas del 40 y 50 del pasado siglo y en especial la etapa de la dictadura batistiana se agrava la situación de la mujer en la cenicienta de Cuba.
El golpe de estado del 10 de marzo de 1952 agravaría la situación de las clases pobres del país, en especial la mujer, quien sufre como nadie la situación imperante. El Moncada sería el despertar de la conciencia revolucionaria y el detonador para el incremento de la lucha por la total independencia. A esta batalla final se uniría la mujer pinareña como un soldado más.
El triunfo revolucionario del 1ro de enero de 1959 dignificó para siempre la mujer cubana al convertirla en protagonista de las transformaciones que se iniciaron inmediatamente: en la Campaña de Alfabetización, en los programas de salud, en la defensa de la revolución, etc.
En la actualidad la mujer pinareña juega un papel destacado en la construcción revolucionaria, expresado en un 35% de todas las ocupadas en la economía, un número elevado de obreras, técnicas, trabajadoras de servicios, en la esfera administrativa y un 32,5% de dirigentes.
En los sectores priorizados se destaca su labor en la educación, salud pública, turismo y el agropecuario.
Hoy vivimos orgullosos de la obra de nuestras mujeres, sin ellas nada sería posible. Isabel Rubio, Magdalena Peña Redonda, Adela Azcuy, Catalina Valdés y otras muchas se multiplican en cada bloque de la Federación de Mujeres Cubanas, ante cada misión que la revolución les asigne.
Por: Enrique Giniebra Giniebra