Este fue el último regalo que Esther recibiera de sus hijos, el que fué comprado con sus propios ahorros; al entregárselo entre besos y risas, quisieron llevar el mensaje de su cariño, sin pensar q sería el eterno recuerdo de un feliz Día de las Madres.
Compuesto por varillas de nácar caladas, en su parte superior de seda rosada, con una fina decoración de pequeñas flores en distintas tonalidades de rosado y tallos en carmelita. En la parte izquierda, el varillaje se interrumpe por una franja de la misma seda con decoraciones en tono verdinegros.
El abanico está fileteado en plateado y en la parte inferior tiene un aro metálico que sujeta las varillas de las que cuelgan dos pequeñas motas de hilos rosados.
El mismo se encuentra colocado en un porta-abanico de cristal y marco dorado, sobre un fondo de seda azul brocada; el cual fué donado por una compañera de Esther, María Antonieta.
Este abanico, forma parte hoy del patrimonio cultural de nuestro país, y puede ser observado por los visitantes en la Sala de la Casa Museo Hermanos Saíz , la que fuera su casa y en la que vivió hasta sus últimos días .
Por Yuliet Osorio Díaz, Museóloga de la Casa Museo Hermanos Saíz.